Por Liu Ying, Global Times
Beijing, 25/11/2016 (El Pueblo en Línea) - Las relaciones entre Estados Unidos y Rusia bajo el liderazgo de Donald Trump se ha convertido en un tema candente. Aunque los canales oficiales normales de colaboración entre Moscú y Washington están cerrados, los dos han estado buscando alternativas para aliviar las tensiones bilaterales.
Desde finales del 2013, las crisis en Siria y Ucrania han alimentado la hostilidad entre Rusia y Estados Unidos, estancando la mejora de sus relaciones. Pero justo antes de las elecciones en Estados Unidos, una espigada esperanza brilló. El presidente ruso Vladimir Putin cambió su actitud de línea dura y afirmó que Rusia y Occidente, especialmente Estados Unidos, deberían romper el círculo vicioso de culparse mutuamente y buscar un diálogo constructivo.
Tras la victoria de Trump, Putin y el primer ministro ruso, Dmitry Medvedev, le enviaron sendos mensajes de felicitación. El embajador de Rusia ante los Estados Unidos, Sergey Ivanovich Kislyak, viajó a la Universidad de Stanford para ofrecer un discurso y se?alar que no hay una nueva Guerra Fría entre Rusia y Estados Unidos y que espera que los cambios diplomáticos que hará la nueva administración estadounidense inyecten un nuevo impulso que mejore las relaciones bilaterales.
Indicios muestran que en la era post-Obama, los lazos entre Estados Unidos y Rusia van a mejorar. Desde la Segunda Guerra Mundial, la trayectoria de las relaciones bilaterales siempre han experimentado altibajos.
Obama solía trabajar en mejorar las relaciones con Moscú. Pero al dejar el cargo, los lazos bilaterales han sido arrastrados hasta su punto más bajo. Además de la cuestión en Siria y Ucrania, es poco probable que ambos lleguen a un consenso o compromiso en una serie de ámbitos como la expansión de la OTAN, el antiterrorismo, el control de armamentos y los derechos humanos.
Las actuales relaciones entre Estados Unidos y Rusia se encuentran en un callejón sin salida por varias razones. La primera es la guerra en Siria. Otras son el reequilibrio del poder en la Europa posterior a la Guerra Fría, la expansión oriental de la OTAN después de la disolución de la Unión Soviética, el despliegue estadounidense de sistemas antimisiles en Europa, la guerra de Georgia en 2008 y la crisis ucraniana en 2014. Todo esto ha hecho que las tensiones entre Rusia y Estados Unidos aumenten.
Las ideas entre los dos países también chocan. Están divididos en temas como liderazgo global, soberanía nacional e influencia regional. Pero a juzgar por las interacciones entre los dos y el estilo de gobierno de Trump, pueden lograr evitar grandes conflictos y buscar consenso en algunas áreas como la cultura y la educación.
La opinión dominante en los EE.UU. cree que es el desafío del populismo hacia el neoliberalismo lo que impulso a Trump hacia la oficina oval. Coincidentemente, el secretario de prensa del Kremlin, Dmitry Peskov, precisó que la política exterior del nuevo presidente estadounidense comparte muchos aspectos con la del presidente Putin. Ambos ponen el interés nacional por encima de valores abstractos como la democracia y los derechos humanos. Si Trump puede mitigar sus tácticas en medio de la ola anti-globalización, los dos pueden cubrir mucho terreno, mientras el mundo se inclina hacia el multilateralismo.
Estrechar o evitar ideas que choquen con los intereses nacionales no significa necesariamente que Rusia y Estados Unidos puedan acercarse. Su desconfianza estratégica no puede eliminarse de inmediato. También sostienen disputas sobre intereses importantísimos. En particular, Trump afirmó que reforzará el despliegue militar de Estados Unidos en el extranjero para asegurar que el desarrollo interno no sea amenazado por fuerzas externas. Esa decisión es probable que arrastre los lazos bilaterales a un nuevo mínimo.
China debe adaptarse a la relación pragmática e inusual entre Rusia y Estados Unidos, y ajustar sus políticas en consecuencia. La relación chino-estadounidense, encaminada hacia un nuevo tipo de relación de poder mayor, y la cada vez más estrecha asociación coordinadora estratégica entre China y Rusia, podrían enfrentar cambios tras la toma de posesión de Trump como presidente de Estados Unidos.
Precisamente, el riesgo -a corto plazo- es que a finales de este a?o la Unión Europea decidirá si seguirá aplicando sus sanciones a Rusia. A largo plazo, sería si la administración Trump articulara políticas extranjeras viables para hacer frente a cambios en las relaciones internacionales.
El nuevo gobierno estadounidense está a punto de llegar al poder. Rusia celebrará elecciones presidenciales en 2018. Entre los próximos tres a cinco a?os, la triangulación entre China, Estados Unidos y Rusia enfrentará nuevas rivalidades. Pero ni la relación chino-rusa ni la relación entre Estados Unidos y Rusia es de suma cero. Por ende, las relaciones entre China y Rusia deben mostrar flexibilidad y encontrar intereses propios para adaptarse a los nuevos tiempos.
El autor es profesor asociado del Instituto de Relaciones Internacionales de la Universidad de Asuntos Exteriores de China y profesor visitante en la Universidad de Stanford.