La "humillación" pública a China con el pretexto de su historial respecto a los derechos humanos ha sido una postura de base a la que muchas naciones regresan con frecuencia.
Para desdicha de esos locuaces críticos, el barullo presente más que reforzar su "causa" levanta el velo de una cultura de hipocresía, motivos políticos ocultos y búsqueda de chivos expiatorios.
Estados Unidos y otros once países expresaron el 10 de marzo su preocupación por el "empeoramiento" de la situación de los derechos humanos en China durante el Consejo de Derechos Humanos en Ginebra (Suiza).
Tal acusación fue una provocación.
Estados Unidos se aprovecha de esta excusa para atacar a China pese a que su trabajo en el mismo campo dista de ser perfecto. Resulta, en ese sentido, decepcionante, aunque no sorprendente, el oportuno olvido respecto a los grandes avances que China ha logrado en la materia.
El Consejo de Derechos Humanos se reunió paralelamente a la sesión parlamentaria anual de China, una coincidencia que quizás podría explicar la actitud de los críticos. ?Tal vez su participación en el Consejo les entretuvo tanto que no pudieron prestar atención a los informes sobre lucha contra la pobreza, equidad educativa y sanitaria o reforma judicial?
Estos logros fueron dise?ados y percibidos para y por la población china. Pero los autodenominados "guardianes de los derechos humanos" del mundo detestan, al parecer, reconocer estos progresos.
Se trata de una "ceguera selectiva" motivada por los prejuicios, un espectáculo montado para servir a intereses políticos y nada más.
Estos países, puede que todos ellos con muertos en sus respectivos roperos, deberían recordar el dicho sobre la conveniencia de no tirar piedras al propio tejado.
Tomemos el caso de Estados Unidos como ejemplo. Está bien documentado su uso de la tortura contra los prisioneros, sus violaciones a la privacidad de sus propios ciudadanos y las profundas raíces de su racismo.
La protección de los derechos humanos es una preocupación constante para cualquier nación y especialmente para una como China, con una población tan vasta y multiétnica.
Esta maniobra, dirigida por Estados Unidos, puede resumirse como el rechazo a comprender la estrategia china sobre derechos humanos a gran escala. Y la paranoia con los peque?os detalles podría perjudicar el diálogo entre China y Occidente sobre el marco general de los derechos humanos.
Los enfrentamientos de este tipo van en contra, además, del objetivo del Consejo de Derechos Humanos establecido en 2006 para fortalecer la cooperación y la coordinación en la materia.
Esta propensión a juzgar quizás indique que hay ciertas naciones a las que les queda mucho camino que recorrer para desprenderse de esa desfasada mentalidad de Guerra Fría.
Una mentalidad así no puede, desafortunadamente, considerarse un buen presagio para la gobernanza global ni la causa de los derechos humanos en el ámbito internacional.