Por Liu Chang
BEIJING, 24 jul (Xinhua) -- Asia-Pacífico cuenta con las economías más dinámicas del mundo, mercados altamente lucrativos y una cautivadora diversidad cultural. Esta podría convertirse bien en el futuro del mundo, pero existen entrometidos que ponen en peligro dicha perspectiva.
Desde este domingo, los ministros de Relaciones Exteriores de la Cumbre de Asia Oriental se reunirán en la capital de Laos, Vientiane, para celebrar una serie de encuentros. Los próximos días brindarán una oportunidad para que los máximos representantes diplomáticos comiencen a trabajar en el control de da?os después del reciente veredicto nulo e inválido en el arbitraje sobre el Mar Meridional de China, un golpe a la paz y la estabilidad en la región.
Erróneamente, el arbitraje, una acción promovida unilateralmente por Filipinas, ha sentado un precedente peligroso sobre el manejo inadecuado de las disputas marítimas.
Peor aún, un pu?ado de países dentro y fuera de la región han instado a China a acatar el fallo de un muy cuestionable tribunal ad hoc con sede en La Haya, el cual ha actuado claramente más allá de su jurisdicción. El veredicto no ayuda para nada a solucionar el problema mediante vías pacíficas y sólo sirve para incrementar las probabilidades de confrontación y turbulencia.
En una reciente se?al positiva, el ex presidente filipino Fidel Ramos aceptó la proposición del mandatario Rodrigo Duterte para actuar como enviado especial a China, abriendo la posibilidad de diálogo entre Beijing y Manila. Este es un testimonio de que las disputas en el Mar Meridional de China pueden resolverse entre las partes directamente involucradas, sin la interferencia de países ajenos.
No obstante, los riesgos sobre el aumento de las tensiones, alentados por unos pocos países, no puede ser subestimado.
Pese a la negación de Washington, está claro que tiene sus manos metidas en el tema. Durante los últimos ocho a?os, la administración Obama ha visto a China más bien como un desafío potencial para su "liderazgo" en la región y ha buscado detener su crecimiento con su icónica política de "pivotar hacia Asia".
Excluyendo a China, la segunda mayor economía del mundo, del Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP, siglas en inglés), Washington intenta ser el único que lleve los pantalones en la región.
Mientras, Estados Unidos no ha escatimado esfuerzos para sembrar la discordia entre China y sus vecinos. En el Mar Meridional de China, EEUU proyecta a China como una amenaza para la libertad de navegación y la acusa de militarizar la zona.
En la Península Coreana, bajo el pretexto de disuadir la amenaza de los misiles de la República Popular Democrática de Corea (RPDC), Washington se las ha agenciado para conseguir la autorización de la Casa Azul, oficina presidencial de Corea de Sur, para desplegar su sistema antimisiles THAAD en territorio surcoreano.
Dado que el rango de vigilancia estadounidense penetra considerablemente en territorios chinos, las tensiones entre Beijing y Seúl comienzan a brotar.
Japón es también muy bueno para enturbiar la situación. Tokio busca presionar a Beijing en el frente del Mar Meridional de China, pensando que éste no será lo suficientemente resuelto como para manejar la disputa de la isla en el Mar Oriental de China de forma simultánea. Sin embargo, esta táctica de distracción no resultará dada la determinación y la capacidad de China para defender su integridad territorial.
Los agitadores necesitan ser cuidadosos respecto a sus propósitos. Su estrategia de avivar la fobia China sólo instigará la desconfianza y el desorden, e invitará a la recesión a la región, mientras que sus propios intereses en materia de seguridad y economía sufrirán severos retrocesos.
En cuanto a las naciones de Asia Oriental, deben permanecer alertas sobre la incursión de EEUU en la región, y deben rechazar a ser utilizadas como peones en el juego geopolítico de Washington.
Uno podría creer que los líderes de estas naciones serán lo suficientemente inteligentes como para aprender al menos de las lecciones de la vergonzosa guerra de Irak y las posteriores interferencia sangrientas en Libia y Siria que han dejado patas arribas a casi todo Medio Oriente y promovido el surgimiento del nuevo grupo abanderado del terrorismo global, el Estado Islámico.
Ahora mismo, la recuperación de la economía global es aún débil y desequilibrada, en tanto las economías asiáticas también enfrentan desafíos. Para superar las dificultades actuales de la economía, los países de Asia Oriental necesitan forjar asociaciones mucho más fuertes, y apartarse de los agitadores malintencionados.
China es el principal socio comercial de muchas naciones de Asia Oriental, incluidos la mayoría de los miembros de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN), y sus transacciones económicas pasadas demostraron ser mutuamente provechosas.
Cuando Beijing se alista para promover su iniciativa de "la Franja y la Ruta", sus vecinos podrían lograr beneficios mucho más tangibles si deciden ampliar su cooperación con China, un mercado que ningún país se puede dar el lujo de perder.