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Conferencia climática requiere que emisores occidentales asuman responsabilidad historica

Actualizado a las 30/11/2015 - 08:39
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Desafiando la amenaza terrorista, líderes de más de 100 naciones se darán cita en París el próximo lunes, en un intento esperanzador de bosquejar un histórico acuerdo climático global para abordar la inquietud común de la humanidad a largo plazo.

Entre todos los dignatarios participantes en la 21a Conferencia de las Partes (COP21, siglas en inglés) en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, el presidente chino, Xi Jinping, jefe de la actual principal nación emisora sobre una base anual, podría acaparar la atención de la mayoría de los medios de comunicación. Xi tiene previsto exponer los puntos de vista y las futuras acciones de China para enfrentar el calentamiento global en un discurso que pronunciará durante la ceremonia inaugural.

Sin embargo, es necesario esclarecer que aunque China es una parte interesada importante, no puede decidir ella sola el resultado de la COP21. El éxito de las negociaciones que se llevarán a cabo en los próximos días requiere la contribución y la coordinación sinceras de todos los participantes, especialmente de las naciones desarrolladas de Occidente.

Aún frente a la presión por la relantización económica, China se ha comprometido inquebrantablemente a luchar contra el calentamiento global, en una respuesta positiva a los esfuerzos globales al respecto.

Aunque es y continuará siendo un país en vías de desarrollo durante largo tiempo, China ha sido pionera en los esfuerzos globales por la reducción de emisiones al situarse a la cabeza en varios frentes, como la energía eólica. También ha incluido la actualización de su estructura industrial para el crecimiento verde en su XIII plan quinquenal (2016-2020) para el desarrollo económico nacional.

Mientras tanto, como consagrado promotor de la cooperación internacional, China ha firmado una serie de acuerdos bilaterales climáticos con grandes emisores como EEUU y Francia. En su promesa anunciada durante la visita de Estado de Xi a EEUU el pasado mes de septiembre, Beijing prometió establecer un fondo independiente de cooperación Sur-Sur por valor de 20.000 millones de RMB (más de 3.000 millones de dólares estadounidenses) para ayudar a los países en vías de desarrollo afectados por el calentamiento global.

Irónicamente, en pleno contraste a la generosidad y la dedicación de China, el comportamiento de Occidente para mitigar las consecuencias del cambio climático ha sido frustrante hasta la fecha.

Además del resistente rechazo a proporcionar transferencia tecnológica y apoyo financiero a los países vulnerables, Occidente ha estado obsesionado con asuntos técnicos para intentar evitar sus debidas obligaciones morales, causando el fracaso de rondas de esfuerzos internacionales por alcanzar un acuerdo.

La parte más exasperante es que con toda la testarudez e importunidad, algunas naciones desarrolladas han culpado a los países en vías de desarrollo de bloquear el nacimiento de un nuevo tratado internacional.

Tal acusación no es sino una perversión flagrante de la verdad. Tampoco es justo para estos emisores desarrollados, parte de la principal causa del calentamiento global, demandar a los países en vías de desarrollo que asuman una porción igual de obligaciones por las brutales emisiones occidentales que se han extendido durante siglos.

Especialmente respecto al principio de responsabilidades comunes pero diferenciadas, las naciones desarrolladas deben recordar que el principio, un consenso ampliamente reconocido tomando en cuenta las etapas de desarrollo y capacidades de los países en vías de desarrollo, necesita mantenerse en las negociaciones.

A pesar de las restantes diferencias, sin embargo, lo que todavía resulta reconfortante para los observadores es que los países que se van a dar cita en la COP21 son conscientes de que tienen delante una oportunidad demasiado preciada para dejarla pasar.

Con más de 150 países habiendo entregado sus planes sobre las contribuciones nacionales específicas antes de la cita en París, el mundo presenta una confianza nunca vista en que se alcance un tratado con una agenda y unos objetivos estrictos. Resulta esperanzador que la histórica COP21 pueda lograr un resultado suficientemente satisfactorio para la humanidad como para asegurar un futuro más sostenible.

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