Rovetta visita un parque en Beijing.
BEIJING, 19 feb (Xinhua) -- Frente a la avenida de Guomao, en el centro de Beijing, el uruguayo Pablo Rovetta Dubinsky recuerda 44 a?os después aquella tarde en que vio la nieve por la primera vez.
"China ya es una parte importante de mi vida", cuenta Rovetta, de 61 a?os, que tenía 17 a?os cuando en 1975 llegó al país asiatico, acompa?ando a su padre.
El padre de Pablo, Vicente Rovetta, era un viejo amigo del pueblo chino. En la década de 1960 fundó la editorial "Nativa Libros" en Uruguay, comprometida con la promoción y venta de libros y periódicos de temática china. En 1975 consiguió un trabajo en la Editorial de Lenguas Extranjeras de Beijing. Pablo, por su parte, pasó sus dos primeros a?os en el país estudiando la lengua.
Uruguay tenía por aquel entonces un nivel de vida mucho más alto que China. Para el joven no era fácil empezar a vivir en los antípodas, donde hasta afeitarse era problemático. "Las cuchillas que se vendían en Beijing no nos servían a los extranjeros de barba tupida, a menudo me ara?aban la cara, así que me dejé crecer la barba", rememora sonriendo.
Rovetta con compa?eros del Instituto de Lenguas de Beijing (3 de la izquierda en 2a fila) en 1977
La comida, la ropa, los largos desplazamientos diarios... Los modos de vida de los chinos en la época de la economía planificada le impresionaron mucho, "como si hubiese llegado a Marte", recuerda.
"Comer era el objetivo diario, lo que más me impresionaba era que todo el mundo preguntaba: '?Estás lleno? En invierno había poco más que repollo chino, cuando veía un camión lleno de repollo chino, sabía que se acercaba el frío", recuerda Rovetta en un fluido mandarín con acento de Beijing. "El verano en la ciudad era muy caluroso. En los a?os setenta no había aire acondicionado ni refrigerador, solo lo tenían los hospitales para guardar medicinas", cuenta.
En aquella China los productos se hacían para durar. La gente clavaba chapas en los zapatos para que aguantasen más. "Las cosas eran para toda la vida", dice.
Antes de 1995 solo había un día libre en la semana. "Se trabajaban seis días y el domingo quedaba para las tareas domésticas; de hecho, era el día más agotador. En Uruguay nos decimos 'feliz fin de semana', los chinos no lo entendían", compara.
Rovetta visita la Ciudad Prohibida con amigos (2 de la derecha) en 1976.
Rovetta iba al colegio en bicicleta, pues el transporte público no era muy avanzado. Así que todas las noches llamaba por teléfono para consultar el pronóstico meteorológico, ya que en la radio no se informaba del tiempo. ?Si me decían que iba a haber viento no dormía!, recuerda.
"La vida en China hace 40 a?os no era fácil, pero yo era joven y no me sentía nada amargado. Recorría en bicicleta los callejones de Beijing, tomaba clases y jugaba al fútbol con los compa?eros chinos. Era muy feliz", evoca.
En 1977, tras terminar el instituto, Rovetta entró en la facultad de información de la Universidad de Tsinghua. Entre 1982 y 1986, trabajó en la Agencia EFE. En el mismo período, China comenzaba la reforma y apertura. El uruguayo fue testigo de muchos momentos históricos para China, como el desfile militar del Día Nacional por el 35o aniversario de la fundación de la República Popular China, "inolvidable", a sus ojos, o los acuerdos entre Deng Xiaoping y Margaret Thatcher sobre Hong Kong.
Rovetta sienta a la puerta del edificio de dormitorio en Tsinghua en 1979.
Para Rovetta, lo más estimulante ha sido el notable crecimiento económico. "Con el cambio de la economía planificada a la de mercado, los restaurantes y las tiendas empezaron a llenarse de gente, la vida material y espiritual de las personas mejoró enormemente".
En 1987, el padre de Rovetta terminó su trabajo y regresó a Uruguay. El hijo decidió quedarse. "Ya era un adulto y aunque quería y quiero mucho a mi país me sentía muy unido a China", explica.
A través de la creciente apertura y el continuo desarrollo, los talentos extranjeros como Rovetta, que hablan chino y entienden la cultura, están muy cotizados.
Rovetta con su equipo de fútbol en Tsinghua (2 de la derecha en 2a fila) en 1978.
La trayectoria de Rovetta siguió en la Oficina Comercial de la Embajada de Espa?a en China y como representante de una empresa espa?ola dedicada al sector del petróleo. A partir de 1995 se convirtió en el director para China de la empresa y se trasladó a residir en Madrid. Desde entonces viaja casi cada mes al país asiático.
Como extranjero, Rovetta siente que la comodidad de trabajar y vivir en China también ha mejorado enormemente. "En los a?os 70 había muy pocos lugares abiertos a los extranjeros en Beijing, sólo podíamos comer, comprar y alojarnos en unos sitios limitados, pero ahora se puede vivir fácilmente en muchos lugares".
Rovetta con sus colegas de EFE (1 de la derecha en 1a fila) en 1985
En una publicación de su blog, llamado "Reflexiones orientales" Rovetta escribe, "China no ha parado de avanzar, a pesar de las grandes dificultades a las que tuvo que enfrentarse. El país se ha transformado por completo: la vida de su población en todos los aspectos, la fisonomía del país, el desarrollo industrial y científico, la libertad de sus ciudadanos para viajar por todo el mundo y la posición cada vez más importante de China en el terreno internacional", enumera.
Rovetta se felicita de que, a pesar de todos los cambios, haya muchas cosas que siguen igual. Por ejemplo, el informativo televisivo sigue empezando a las 19:00, la calefacción en el norte se enciende el 15 de noviembre y en las fiestas se comen siempre empanadillas... Lo más importante es que "los chinos son trabajadores y tienen el deseo de mejorar su vida en todos los aspectos", concluye.
(Web editor: Felipe Chen, Rocío Huang)