BEIJING, 10 mar (Xinhua) -- El convulso mandato de la presidenta surcoreana Park Geun-hye llegó este viernes a un deshonroso final al ratificar el Tribunal Constitucional su destitución, aprobada por el Parlamento el pasado diciembre.
Sin embargo, pese a la salida de Park de la Casa Azul (residencia presidencial), su obstinación en permitir el despliegue en territorio surcoreano del Sistema de Defensa Terminal de Area a Gran Altitud (THAAD), un avanzado escudo antimisiles estadounidense, continuará acosando al país y la región.
Tras la destitución definitiva de Park, la República de Corea debe celebrar elecciones presidenciales en 60 días, de acuerdo con la legislación electoral del país.
Si bien es pronto para saber quién será el candidato ganador, una cosa segura es que el próximo líder surcoreano no tendrá más remedio que afrontar la situación geopolítica regional más frágil de los últimos tiempos.
La política sobre el THAAD de Park ha sido un golpe tremendo para las relaciones de Seúl con Beijing, un defensor firme y constante de la desnuclearización de la Península de Corea y, como resultado, llevará probablemente a una congelación de los robustos intercambios comerciales y económicos entre los dos países.
La mayor ironía es, quizás, que en vez de dar más garantías de seguridad a la nación, la colaboración entre el gobierno conservador de Park y Washington sobre el escudo antimisiles ha dado más razones a la República Popular Democrática de Corea (RPDC) para insistir en sus ambiciones nucleares y en su programa de misiles.
Es Estados Unidos, sin duda, quien más se beneficia del asunto del THAAD.
Con la instalación de este escudo en el vecino más cercano de China, Washington consigue el vínculo que le faltaba en su sistema defensivo antimisiles al tener vigiladas vastas partes del territorio ruso y chino, y permite además que sus aliados en la región asuman riesgos.
Cualquiera que se convierta en presidente de la República de Corea para los próximos a?os, ésta será la pregunta más urgente e importante que tendrá que responder: cómo manejar los deteriorados lazos con China y afrontar los intrincados retos de seguridad que supone el THAAD.
Si la República de Corea quiere de verdad tener paz en casa y con sus vecinos, además de tranquilidad en la región, debería buscar vías para neutralizar esas amenazas de seguridad que el escudo supone para China. También debería reconsiderar su política hacia la RPDC y regresar a la mesa de negociaciones lo antes posible.
Después de todo, la coerción militar y las hostilidades mutuas son como un caballo desbocado que es necesario controlar.