El presidente venezolano Nicolás Maduro denunció el pasado 17 de mayo una nueva "agresión internacional" de carácter político, diplomático, económico y mediático contra de Venezuela, con miras a una eventual "intervención militar".
En esa oportunidad, el Jefe de Estado mostró evidencias de la incursión ilegal a espacio aéreo venezolano de dos aeronaves espías procedentes de Estados Unidos, una de ellas un Boeing 707 E-3 Sentry con capacidades técnicas "letales" para los equipos de comunicaciones.
Maduro también expresó su preocupación por las declaraciones del ex mandatario colombiano Alvaro Uribe, quien en la Cumbre Concordia, celebrada recientemente en Miami (Estados Unidos), no descartó que fuerzas militares de Estados adversos al gobierno venezolano colaboren con la oposición.
A ello se le suma la extensión de sanciones contra Venezuela hasta el a?o 2019, decretada a fines de abril pasado por la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado estadounidense.
El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, decidió en marzo pasado la prorrogación por dos a?os más de la Orden Ejecutiva 13692 que declara la presunta violación de los derechos humanos en Venezuela y considera al país como una "amenaza" para la seguridad de Washington.
En innumerables oportunidades, Maduro ha denunciado una serie de arremetidas foráneas en contra de Venezuela, pero esta vez, analistas internacionales sugieren que el elemento novedoso radica en el contexto político actual de América Latina.
La región consolida de manera progresiva un viraje hacia gobiernos de derecha, tras la asunción del poder por parte del presidente Mauricio Macri, en Argentina, y tras la suspensión temporal de su cargo a la presidenta Dilma Rousseff, en Brasil, procesos que según los analistas están dirigidos por Estados Unidos.
De acuerdo con expertos, la nueva "agresión" de Estados Unidos en contra de Venezuela y el desarrollo de acciones paralelas en la arena internacional, es sólo una continuidad de la nueva forma que ha adquirido la política Exterior de Washington desde 2008 para recuperar su hegemonía en la región.
Los expertos consideran que esta nueva forma de hacer política "aparentemente no coercitiva", está fundamentada en el "poder inteligente" ("smart power"), que con resultados exitosos ha logrado una nueva correlación de fuerzas políticas en el continente.
El ex presidente del Parlamento Latinoamericano capítulo Venezuela (Parlatino), Carolus Wimmer, sugiere tres dimensiones para analizar el nuevo comportamiento de Washington hacia América Latina, una dimensión política, que constituye la primera fase de su "arremetida", una económica y otra militar.
En el terreno político, Wimmer refiere que la estrategia de Washington en la región es debilitar los estados-nación para crear estados fallidos, los cuales "fácilmente se puedan controlar y explotar económicamente".
Aunque la tesis del debilitamiento de los Estados-nación en América Latina parece inverosímil, dado el acercamiento actual de Estados Unidos con Cuba, en el caso cubano se trata de un "cambio de táctica", explicó el analista político, Luis Delgado Jaramillo.
"Aun cuando pareciera que Estados Unidos le está tendiendo la mano a Cuba y promoviendo desestabilización en otros países, lo que está sucediendo es un cambio de táctica frente a Cuba que consiste en cambiar los medios pero mantener el mismo fin que es derrocar la revolución", dijo Delgado a Xinhua.
Ejemplo de ello, aseguró el experto, es que hasta la fecha el gobierno estadounidense no ha cedido en la demanda del gobierno cubano de levantar el bloqueo económico-comercial, perpetuado por más de medio siglo.
El método para lograr un viraje en Cuba, aseguró Delgado, no tiene que ser necesariamente violento, sino con acento en el ámbito ideológico "para tratar de horadar el proceso desde su interior, haciendo eco en la juventud y en el incentivo de ésta hacia el consumismo".
Otra consecuencia inmediata que sugieren los especialistas sobre el comportamiento de Estados Unidos hacia la región latinoamericana es la erosión de importantes bloques de integración como la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur).
Se encuentra además el Mercado Común del Sur (Mercosur), del cual Argentina y Brasil, ahora con gobiernos de derecha, figuran como las economías más importantes; al igual que la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribe?os (CELAC).
Según la abogada constitucionalista, Ana Cristina Bracho, toda esta acción responde a los intereses del tradicional Sistema Financiero Internacional, el cual a su juicio hace lo posible por frenar el avance de modelos financieros emergentes que incluyen a estos estados.
Brasil es el único país latinoamericano que integra el grupo de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), así como el naciente Banco Asiático de Inversiones en Infraestructura (AIIB, por sus siglas en inglés), bloques que emergen como alternativa al Fondo Monetario Internacional (FMI).
"El mundo financiero está tocando varios frentes; hay una asociación del modelo financiero con la prensa que impide la posibilidad de que existan centros financieros alternativos a los que lidera Estados Unidos", alegó la abogada.
El pasado 17 de mayo, a escasos cinco días de anunciarse la suspensión de Rousseff, el gobierno interino de Michel Temer designó como nuevo presidente del Banco Central de Brasil a Ilan Goldfajn, ex asesor del FMI y del Banco Mundial (BM).
En ese sentido, Wimmer se?ala que "puede esperarse de forma inmediata la presencia del FMI, tanto en Brasil como en Argentina, todo lo cual implicaría quitar otra vez la independencia a la soberanía de los países latinoamericanos".
El politólogo José Luis González Villegas calificó de novedosa esta "nueva arremetida de Estados Unidos a Venezuela", ya que al igual que en Brasil, se prepara el escenario para la toma del Estado por parte de factores que "responden a estos grandes centros del poder del mundo".
Ante el retroceso que supone para la izquierda latinoamericana un viraje político en Brasil y Argentina, además de una eventual intervención militar en Venezuela, se vislumbra la necesidad de que ésta recupere su hegemonía mediante un proceso de revisión autocrítica, refieren los analistas.
Los expertos concluyen que además de las acciones emprendidas por Estados Unidos para recuperar su influencia en la región, los gobiernos progresistas también han cometido "errores propios" que deben ser motivo de rectificación.
Los niveles de "conciencia política" en el seno de la población latinoamericana también serán elementales para determinar el futuro de la región, dado que los pueblos siempre pueden enrumbar el cauce democrático a través de elecciones.