Por Zhao Hui y Zheng Jiandong
BEIJING, 21 jul (Xinhua) -- Hace muy pocas horas, Cuba y Estados Unidos restablecieron formalmente sus relaciones diplomáticas con la reapertura de las embajadas en Washington y La Habana, respectivamente, poniendo de esta manera fin a más de cinco décadas de enemistad.
Desde el sorpresivo anuncio del 17 de diciembre del a?o pasado por parte de los líderes de Cuba y Estados Unidos sobre el inicio de negociaciones dirigidas al restablecimiento de las relaciones diplomáticas, los dos países vecinos solo tardaron siete meses en materializarlo a través de cuatro rondas de diálogo, lo cual ha suscitado gran ilusión sobre un mayor acercamiento y la pronta normalización de relaciones.
Sin embargo, la reapertura de embajadas resulta la tarea de más fácil cumplimiento si se compara con los principales escollos que ambas partes han de superar en el camino hacia la normalización, considerado de "largo y complejo" por el presidente cubano, Raúl Castro.
Al echar una mirada retrospectiva a la historia de las relaciones entre ambas naciones, Estados Unidos siempre humilló a Cuba como si fuera un apéndice de su territorio y procuró controlar la isla con numerosas intervenciones militares y políticas. Desde el siglo XIX, el país del Norte recorrió un largo camino en sus aspiraciones por apoderarse de Cuba, e incluso intentó comprar la isla a Espa?a.
Durante la primera mitad del siglo XX, Cuba se convirtió en un país con carácter neocolonial, política y económicamente dependiente de Estados Unidos, situación que se mantuvo hasta el triunfo de la Revolución Cubana liderada por Fidel Castro en 1959.
La independencia tuvo un costo muy alto para Cuba. La ruptura de relaciones diplomáticas en 1961, el bloqueo impuesto contra la isla en 1962, la Ley de Ajuste Cubano de 1966, la ley Torricelli de 1992, la ley Helms-Burton de 1996, y la inclusión de Cuba en la lista de países patrocinadores del terrorismo en 1982, constituyen parte de una serie de "castigos" impuestos por Estados Unidos contra Cuba durante estas más de cinco décadas de hostilidades.
No obstante, Cuba logró sobrevivir y hacer fracasar las políticas antagónicas y de bloqueo dirigidas a desestabilizar el país caribe?o y el posterior derrocamiento del gobierno cubano, fracaso reconocido por el propio presidente estadounidense, Barack Obama.
Además, Estados Unidos se ha visto obligado a revisar y reajustar sus políticas teniendo en cuenta el boicot regional en América Latina, considerada unilateralmente como su tradicional patio trasero, contra su postura obsoleta respecto a Cuba.
Sin duda, la retirada de Cuba de la lista negra del terrorismo y el restablecimiento de relaciones diplomáticas marcan un buen comienzo, pero sin la buena voluntad de la parte estadounidense para allanar los obstáculos colocados por sí mismo, la normalización de las relaciones será un meta irrealizable.
Uno de los temas más importantes y espinosos es el bloqueo económico, financiero y comercial que ha costado a la isla pérdidas por alrededor de 120.000 millones de dólares. Ante la solicitud de Obama de derogar las leyes que respaldan el bloqueo, el Congreso, controlado por los republicanos, ha expresado su negativa a la iniciativa del Ejecutivo, amenazando incluso con vetar la nominación del nuevo embajador estadounidense en territorio cubano.
Aunque Obama pudiera usar sus prerrogativas ejecutivas para adoptar medidas a fin de levantar parcialmente el bloqueo contra Cuba, la cuestión es hasta qué punto tiene su administración la voluntad de impulsar la iniciativa y cómo jugar sus cartas con los congresistas republicanos ante la contienda electoral de 2016.
Otro asunto sensible que siembra desconfianza entre ambos países es la cuestión de los derechos humanos. Cuba sigue sospechando de las intenciones ocultas de Estados Unidos en el acercamiento, y teme que el adversario del pasado solo cambie de táctica y mantenga la estrategia de derrocar el actual gobierno.
Las sospechas de Cuba no son infundadas. La isla ha reiterado su demanda sobre el cese de las transmisiones radiales y televisivas de programas dirigidos a promover la subversión y la desestablización internas en el país, so pretexto de los derechos humanos, mientras que la secretaria de Estado adjunta norteamericana, Roberta Jacobson, ha se?alado que su gobierno no tiene intenciones de poner fin a esas emisiones.
Aún más, el Departamento de Estado norteamericano presentó recientemente al Congreso el informe anual sobre los derechos humanos en el mundo, en el que volvió a incluir a Cuba en su lista de países con las violaciones más graves de las libertades fundamentales, denunciando las detenciones arbitrarias y la restricción de la libertad de prensa.
Estados Unidos tampoco incluye en su agenda de negociaciones las exigencias cubanas tales como la devolución del territorio ocupado ilegalmente por la Base Naval de Guantánamo, la modificación de la política migratoria agresiva y la compensación por los da?os del bloqueo.
No cabe duda de que las divergencias y desconfianzas acumuladas durante más de cinco décadas no serán superadas de la noche a la ma?ana, pero lo crucial es la voluntad y la sabiduría políticas de los líderes de ambos países para aprovechar la actual atmósfera favorable con el objetivo de alcanzar la reconciliación y buscar intereses comunes con más paciencia.